Es hora de un Plan estratégico de desarrollo industrial

Share on facebook
Share on google
Share on twitter
Share on linkedin
Share on whatsapp

Por Antonio Muñiz, dirigente político bonaerense

“Si se quedan exportando trigo y carne, van a estar relegados frente al resto del mundo”. Ha Joon Chang.

Está llegando a su fin un nuevo ciclo de políticas neo liberales en Argentina. Este final nos deja una vez más ante una crisis económica financiera brutal; un endeudamiento externo condicionante para las próximas décadas y un daño en el entramando productivo, en especial el industrial, difícil de medir.
Estos resultados no son casuales, ni producto de “malas praxis”. Es el objetivo buscado por estas políticas de apertura económica financiera y privilegio de las actividades rentísticas especulativas. Existen sectores importantes y poderosos que no quieren industrias en Argentina, no quieren que haya mercado interno, no quieren que haya Estado, quieren un país para pocos, con un mercado interno chico, que tenga grandes saldos exportables en dólares, que luego son volcados al sistema financiero y más tarde “apropiados” y luego “fugados”.

A partir de marzo de 1976, con el gobierno del proceso cívico militar se inicia un ciclo histórico, signado por el neoliberalismo, las doctrinas monetaristas y el Consenso de Washington, que con sus más y sus menos, llegó hasta la gran crisis del 2001/2 .

En ese periodo el PBI industrial per cápita se desplomó un 40 por ciento. Las consecuencias de este “industricidio” no pueden resumirse solo en términos de caída de la producción física. Estas políticas neoliberales dejan pesadas herencias. Entre ellas, la desarticulación productiva y una mayor dependencia tecnológica externa; una primarización de la economía, con un fuerte deterioro de la industria, en especial el sector pyme, por ende desocupación, pobreza y exclusión social; una estructura de mercados concentrados y extranjerizados, una deuda externa condicionante, un sistema comercial y financiero liberalizado y dependiente de los mercados globales; un estado degradado, sin poder ni capacidad de gestión, al servicio de intereses particulares, un estado vaciado de cuadros técnicos, como consecuencia del deterioro salarial y de la pobre proyección de crecimiento profesional en la administración pública; una burguesía, forjada en crisis recurrentes, pero siempre volcándose a negocios ligados a apropiarse de recursos del estado, cada vez más con una lógica rentística especulativa. y, por lo tanto, acumulando a través de la fuga capitales más que a involucrarse en planes de inversión productiva.


El macrismo, en estos cuatro años llevó adelante muchas de estas políticas, dejando una secuela de catástrofes en casi todas las áreas productivas, salvo aquellas muy ligadas al mercado agro exportador, minero, y la banca y el sector financiero. El desastre productivo, económico y social que ha dejado el Gobierno de Cambiemos es evidente con el cierre de 20 mil pymes y la pérdida de más de 300 mil puestos de trabajo. La capacidad instalada en muchos sectores productivos llega apenas al 50%.

Reiniciar el proceso de industrialización.

“Cien años atrás la economía del país se basaba en las exportaciones de trigo y carne. La Argentina creció en base a ese modelo, pero esto ya pertenece al pasado. Si deciden quedarse exportando trigo y carne, van a quedar relegados respecto al resto del mundo. La actividad primaria no asegura un buen estándar de vida a la población, porque tiene poco valor agregado y baja capacidad de generación de empleo. Este sector puede llegar a ofrecer un aumento rápido de la productividad en el corto plazo. Pero su crecimiento tiene un techo. En los últimos cien años, el predominio del modelo agroexportador y la falta de una estrategia industrial hicieron que Argentina perdiera la oportunidad de estar entre las principales economías del mundo”, plantea Chang.


Con el próximo gobierno y la vuelta de un gobierno nacional y popular, es imprescindible encarar una política de industrialización. Hay que entender que la producción primaria tiene un techo, no puede crecer indefinidamente, no genera empleo y la riqueza que produce se concentra en pocas manos, en cambio la industria es generadora de trabajo, de mercado interno, y si se le suma tecnología e innovación la industria puede crecer y mucho.

A partir de la crisis del 2001 y en especial de 2003 en adelante, con el tipo de cambio alto y competitivo, acciones de fomento a la industria y sobe todo medidas para defender y desarrollar un fuerte mercado interno por parte del gobierno de NK comenzó un ciclo de reindustrilización del país. En los siguientes años Argentina creció a tasas muy altas. La crisis mundial de 2008/9, la crisis producida por la “125”, más restricciones internas y externas fueron ralentizando el proceso de industrialización y crecimiento (2011/15).


Ya hoy superada la etapa de destrucción de la industria por parte de las políticas macristas (2015/19) y de cara al nuevo gobierno es necesario relanzar el proceso industrializador. El desarrollo de la industria nacional enfrenta grandes desafíos para poder dar un salto cualitativo y volver a crecer fuerte como entre 2003 y 2011.


El mayor problema de la economía nacional para crecer y dinamizar la producción industrial es la escasez de divisas. La situación se agravó en los últimos años por la caída de los precios de los recursos naturales, la crisis en Brasil, el fuerte endeudamiento externo producto de las políticas neoliberales que comprometen a futuro grandes sumas de dólares para afrontar el pago de intereses y capital. Esta restricción externa requerirá políticas de refinanciar la deuda a mayores plazos, administrar el comercio exterior, restringir la circulación de dólares, a través de mayores controles, desdoblamiento del valor del dólar, hay pensar un dólar diferenciado para la industria y el turismo.


Lo que es indudable que el cepo impuesto por el gobierno de Macri en sus últimos meses ha venido para quedarse largo tiempo. La otra gran restricción es que Argentina sigue muy lejos de cerrar la brecha tecnológica con los países desarrollados.
Se requiere una política de fomento a las actividades de investigación, innovación y desarrollo de nuevas tecnologías. Activar, asociar y vincular los estamentos estatales, universidades y los organismos de ciencia y tecnología con la industria. La experiencia del INVAP, una empresa mixta que fabrica y exporta alta tecnología puede ser un camino a imitar y replicar en este sentido.


Es necesario en esta etapa “una sintonía fina” en las políticas sectoriales y avanzar en cambios estructurales. Con ese objetivo sería conveniente la elaboración de un plan estratégico de desarrollo industrial, con amplia participación de todos los sectores involucrados e interesados.
Entre otras medidas es necesaria la reforma a la ley de entidades financieras, destinando el ahorro de los argentinos hacia el trabajo y la producción; reforma al sistema tributario, modificando el actual sistema regresivo; abrir los canales de comercialización, actualmente muy concentrados, con muchos eslabones intermedios parasitarios; fomentar el desarrollo de las economías regionales, agregando valor a las producciones primarias; expandir el mercado interno a través de mejores salarios, pero también una política de administración del comercio a efectos de generar dólares y afrontar el estrangulamiento externo.


Es importante recuperar al Estado activo y presente, “asociado” con la industria. Es necesaria una fluida articulación entre el sector público y el privado. Y es más hay que romper con el “tabú” neoliberal, debemos recuperar el estado empresario, que actúe e invierta en aquellas áreas estratégicas donde el privado no puede o no quiere.


Por ultimo una consideración que debe ser clave en el proceso de reindustrialización, este proceso no puede estar basado en salarios bajos, Argentina no es similar a los países asiáticos, los trabajadores argentinos tienen calificaciones y niveles de productividad alta. La recuperación de la fuerza de negociación de los trabajadores a través de paritarias libres permitirá una distribución más equitativa de la riqueza.
Si pretendemos progresar como sociedad mediante la construcción de una matriz productiva más compleja, habrá que incentivar tanto el desarrollo de las aptitudes de los trabajadores para operar tecnologías progresivamente más sofisticadas como su potencial creativo. Para eso, debemos avanzar gradualmente en un sistema con mejores condiciones laborales que dinamicen el mercado interno y estén en sintonía con el nivel de desarrollo productivo que la economía vaya alcanzando. Esto debe ser así porque se requieren trabajadores con ingresos suficientes para poder acceder a buenas condiciones de vivienda, salud, educación, alimentación y tiempo libre, entre otras necesidades.