Opinión: La historia sin fin

Por Antonio Muñiz, presidente del PJ de Luján

«La política es conflicto, pero también la capacidad de aunar y conducir». fuerzas diversas». Perón

“Un clima de rebeldías individuales puede durar indefinidamente sin afectar al régimen que las provoca. Solamente cuando la rebeldía está coordinada y encauzada en un movimiento de liberación adquiere eficacia necesaria para luchar con éxito”. J. W. Cooke

Latinoamérica vive una etapa de grandes convulsiones políticas y sociales. Por un lado nuevamente está siendo agredida por las políticas imperialistas de EUU, aliadas a las oligarquías locales. Nada nuevo bajo el sol, como en los 70 los golpes cívicos – mediáticos – militares están agrediendo a los gobiernos democráticos de la región. Golpes palaciegos, contra Lugo, Zelaya o Dilma, la proscripción y cárcel de Lula en Brasil, los ataques, por ahora infructuosos, contra el gobierno Bolivariano de Venezuela, o ahora el golpe militar, con una feroz represión sobre los sectores populares que resisten, en Bolivia.

Por el otro hay un hartazgo de los pueblos, que se está viendo en las calles de Chile, Colombia, Haití o Ecuador, hacia un modelo neoliberal colonialista imperante en esos países.

La región estuvo gobernada desde los noventa por movimientos que pueden ser caracterizados como nacionales y populares, encarnados en figuras fuertes como Chávez, Lula, Kirchner, Correa o Evo, mostraron un camino distinto y exitoso, de integración social, crecimiento económico y autonomía política. Estos movimientos, aun en retirada, mantienen una presencia política importante. No sin contradicciones internas, avances y retroceso, aciertos y errores, conservan un gran apoyo popular
Los proyectos nacionales y populares son cuestionados tanto por derecha como por la izquierda. Ya que son alternativas políticas que pueden y tienen por objetivo disputar poder real, apoderarse de los recursos y las estructuras del estado y construir un discurso hegemónico, para transformar a la sociedad y hacer efectivos los derechos de las mayorías populares.
Caracterizar a estos movimientos no es tarea sencilla ni neutral, porque en cada país asumen características particulares, debidas a la historia, a la praxis de cada pueblo y sobre todo a la construcción y los liderazgos que se dan en cada país.

Por derecha son denostados con el calificativo de “populismos”, término despectivo, que termina no definiendo nada, pero con connotaciones de gobierno demagógico, corrupto, clientelístico, que no respeta las reglas de la economía y la política, como el establishment lo impone. Por izquierda, sobre todo desde el marxismo europeísta, se los define como movimientos burgueses, gatopardistas, conservadores del sistema, etc.

Por supuesto que esta falta de comprensión de la izquierda y su subestimación de los movimientos nacionales y populares no es nueva, por el contrario es la siempre presente visión eurocéntrica que les impide ver el contenido revolucionario del nacionalismo popular en nuestros países. En países colonizados y agredidos por los intereses imperiales el nacionalismo popular es revolucionario.
En general estos movimientos abrevan en experiencias similares anteriores, como el varguismo, el peronismo o el cardinismo, el Apra peruano, el sandinismo, etc, y en todas las experiencias revolucionarias y anti imperialistas del continente. Este hilo muestra una continuidad histórica que une a todas estas experiencias.

Como todos o casi todos los procesos políticos latinoamericanos se encarnan en la presencia de un liderazgo muy fuerte y definido. La figura del “caudillo” siempre presente en la historia de nuestros países.
Además podemos definirlos por la movilización de masas populares, que representan una alianza de clases bajas, medias y la pequeñas burguesías urbanas y/o rurales, unidas por un sentimiento nacional anti imperialista, con una apelación y construcción de un sujeto “pueblo”, como baluarte y depositario de valores trascendentes. Por el contrario siempre se construye antagonismo con la oligarquía y aquellos sectores sociales o económicos que son aliados de los intereses imperiales. En cuanto al programa socio económico en general los movimientos populares pueden caracterizarse como anti imperialistas, anti oligárquicos, democráticos, comprometidos en profundizar las formas de democracia directa y participativa, industrialistas, basado en el desarrollo de un fuerte mercado interno, salarios altos y derechos laborales para las clases trabajadoras, fuerte presencia del estado y nacionalización de los sectores básicos de la economía.

Existe una distinción importante entre el nacionalismo popular en los países de América Latina con respecto a fenómenos similares en el mundo, este nacionalismo no es agresivo, ni xenófobo ni expansionista, como si lo fue siempre el europeo y el norte americano, tampoco es aislacionista. Por el contrario el proyecto central es la integración política y económica de los países de la “Patria Grande”.

La construcción del Movimiento Popular

El peronismo siempre se pensó a sí mismo como un movimiento de liberación nacional y social, relegando al partido a una mera herramienta electoral. Sin embargo, también, cuando era el momento de presentar listas, estas trataban de reflejar el espíritu movimientista en la construcción de un frente electoral que superara las estrechas paredes del Partido Justicialista.
Perón pensaba al primer peronismo como una alianza entre los trabajadores industriales y agrarios, la “burguesía nacional”, la iglesia y el ejército. Esta alianza se rompe y se produce el golpe militar de 1955. No vamos a entrar analizar las razones de esa ruptura y sus consecuencias, ya que mucho se ha escrito sobre ello. Si un dato que tendrá influencia sobre el futuro, el abandono del peronismo de gran parte de la clase media y la pequeña burguesía, que habían crecido al calor de las políticas de JDP, pero que migraron en una búsqueda de republicanismo abstracto y ascenso social. Esta clase media busco distintas alternativas políticas, todas infructuosas, apoyo al frondizismo, a Illia o al golpe de Ongania, todas experiencias fracasadas, Solo volvió a encontrar su camino cuando los sectores juveniles de esa clase media se volcaron al peronismo a principios de los setenta, conformando una experiencia política, infinitamente rica, a pesar de su trágico final, producto de la represión del golpe cívico militar.

La idea movimientista siguió siempre en la base de toda construcción peronista, aun en la etapa fallida de la renovación peronista.
NK vuelve a retomar esta idea pero ya desde el gobierno, la famosa transversalidad que planteaba y que llevó a Cobos a la vicepresidencia fue una iniciativa de conformar un frente político y social que ampliara la base electoral del PJ. La experiencia permitió que CFK ganara con un 54 %.
El Frente para la Victoria fue una experiencia altamente exitosa, por supuesto llena de contradicciones, como toda construcción política mayoritaria. Fue una herramienta de construcción del gran movimiento nacional. La deserción de Cobos, no marcó el quiebre de este proyecto de transversalidad, como lo quisieron ver muchos; el éxito lo marcó la sumatoria de miles de jóvenes, clase media y pequeña burguesía al peronismo, aunque muchos lo hicieron desde distintas experiencias y organizaciones políticas no peronistas.

Un cambio de época

El mundo ha cambiado en esta primeras dos décadas del siglo XXI.
¿Es el final de una etapa histórica?
Es difícil decirlo y analizarlo porque nos falta perspectiva histórica. Estamos viviendo ese proceso, somos espectadores, pero también actores en esta nueva construcción. Pareciera que estamos en una brutal crisis mundial. No solo económica, sino política. Los síntomas de descomposición del viejo orden mundial parecen evidentes, sin embargo es prematuro pensar que está muerto.

La crisis argentina del 2001 donde crujió todo el sistema capitalista local, las sucesivas crisis en el centro de poder mundial, EEUU y Europa, las guerras y el terrorismo en Medio Oriente, con su secuela de muerte y millones de refugiados que avanzan hacia Europa, la salida del Gran Bretaña de La Unión europea, el fracaso evidente de la experiencia de la Europa Unida, que poco a poco va creando monstruos ultranacionalistas dentro de las fronteras de cada país. Una crisis económica que genera el crecimiento de experiencias políticas que creíamos desaparecidas como el nazismo, con racismo, xenofobia, aislamiento, etc. Vivimos en un capitalismo en crisis, incapaz de dar respuesta a los sectores medios y populares.

La asunción de Donald Trump como presidente de EEUU marcó también la profundidad de la crisis dentro del mismo centro imperial. Votado por los sectores populares norteamericanos y odiado por el establishment político, mediático, financiero, pero rodeado por un gabinete de ricos, muy ricos y reaccionarios de derecha, hacen un difícil pronóstico hacia el futuro.

En principio en estos dos años de mandato todo parece indicar que EEUU se va cerrando sobre sí misma, por lo menos en lo económico y comercial. Pareciera que EEUU vuelve a su vieja política pre primera guerra mundial de aislarse y cerrarse al mundo.

Lamentablemente este cerrarse sobre sí mismo implica también un cerrarse sobre su patio trasero. En una etapa de decadencia, EEUU vuelve a sus viejas políticas del Destino Manifiesto y el Gran Garrote sobre los países de América asegurándose recursos naturales y energéticos de la región, además de mercados para sus productos.

En estos días estamos viendo una nueva escalada de políticas imperialistas y colonialista, por parte del DE yanqui, siempre aliado a grupos oligárquicos de cada país: el golpe militar contra la democracia boliviana muestra una vez más la peor cara de las políticas norteamericana para la región, No solo derrocan gobiernos democráticos y populares, sino que también ejercen una feroz represión interna contra esos movimientos, sus dirigentes y sus pueblos.

Un escenario complejo

El escenario latinoamericano es complejo. El nuevo gobierno popular argentino, si bien llega legitimado por el amplio triunfo sobre el anterior y sus políticas neoliberales de los últimos cuatro años, enfrenta un escenario regional hostil, agudizado en estos días por el triunfo del candidato de la derecha uruguaya, Lacalle Pou y su posible alineación con las políticas de Bolsonaro y Trump para la región.

Por el otro lado enfrenta internamente a sectores políticos, económicos y mediáticos, muy poderosos, que han crecido al amparo de las políticas neoliberales de los últimos años. Estos grupos, seguramente alentados y algunos caso financiados por el DE de EEUU, se preparan para resistir cualquier cambio en las políticas o modificación de sus privilegios. El ejemplo más perverso son sectores de la burguesía agro pecuaria que amenaza con un lockout patronal ante cualquier intento del nuevo gobierno de imponer una suba de retenciones. Y detrás de todo este escenario, la deuda externa, que el próximo gobierno sufrirá como una gran restricción a cualquiera de sus políticas destinadas a modificar el statu quo.

La pregunta que surge es como enfrentar, desde la legitimidad de un gobierno electo, un escenario con tantas y complejas acechanzas. La respuesta está en nuestra historia y la praxis política de nuestro pueblo. Es necesaria la construcción y fortalecimiento de un gran movimiento de liberación nacional y social, que de respaldo a las políticas populares del próximo gobierno.
Pero como en toda construcción política hay que pasar de la idea al hecho concreto.

Es tarea de todos poner esfuerzo en esta construcción de un proyecto nacional, popular y revolucionario. Hay que recuperar el espíritu y la lógica movimientista, debe ser nacional, abierto, participativo, policlasista, que nucleé a todos y a todas aquellos que quieran una Argentina justa, libre, soberana, unidos en un programa de acción común y un sueño y una mística compartidos.
Debe ser un espacio que tenga vocación fundacional, de desmontar a la vieja Argentina moldeada en la estructura legal y económica del Liberalismo, y construir una nueva Argentina, sobre bases sólidas y duraderas.

La historia no terminó, como nos decía Fukuyama allá por los noventa, los hombres y los pueblos construyen día a día su historia por lo tanto mientras exista el hombre siempre habrá historia y política a su alrededor.
El imperativo de la hora nos impone generar políticas de fortalecimiento de las organizaciones populares, definir un rumbo claro y preciso, dialogar con el pueblo para no perder el rumbo, evitar que de la crisis sigan lucrando los personeros de siempre, que en nombre de la república y las instituciones saquean nuestra riqueza, no permitir el paso de experiencia políticas golpistas, autoritarias, xenófobas, y violentas como alternativas mesiánicas y salvadoras.

Debemos pensar la Argentina para los próximos 50 años, buscando en nuestras raíces e historia, pero lanzados al futuro, Insertos en un mundo caótico y cambiante. Pensar situados en el aquí y ahora, desde nosotros y nuestra historia construir nuestro futuro.

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